El orden ha sido invertido, primero lloro, luego justifico el acto. Llorar se ha vuelto un ritual estéril antes de dormir, no sirve ya para autocompadecerme y pronto sera inútil para conciliar el sueño. El insomnio extenderá la mano para comprobar que no llueve y verá oportuna una visita a mi cama.
Cuando llegué, prenderá la televisión, pasara los canales, revisará el refrigerador, caminará por la sala, hojeará un libro y por ultimo preguntará ¿Qué más queda por hacer? Entonces quizás llore y, como un invitado incómodo buscará una excusa para ausentarse al igual que yo para seguir con estas lágrimas.
JANL